Ofelia Leiva y sus 50 años con el chamamé

OFELIA LEIVA y sus 50 años con el Chamamé.-                                                                     por:  Juan Ramón Díaz Colodrero.

Imágenes nostálgicas y vibrantes que condensan toda una vida y se proyectan en una pantalla del escenario del teatro Vera, atrapan la atención y sensibilizan la mirada de la platea. Un “racconto” por la carrera de OFELIA LEIVA, en sus 50 años con el chamamé que, naturalmente, incluye los 35 compartidos con su alma gemela, ROSENDO ARIAS, produce un impacto prolongado en el corazón de los presentes. De pronto, en mi visión introspectiva y casi cerrando los ojos, diviso a una adolescente que, en la década del 60’, magnetiza al recién inaugurado Canal 13 para obsequiarnos con su voz las más bellas melodías guaraníes y alguna mesa compartida por conocidos comunes se nutre también de aquella vivencia. El son de un “Chamamé” bien sentido (de Carlos Rodriguez y Rosendo Arias) interrumpe mi evocación. El espectáculo comienza y Ofelia, que luce su carisma derramando simpatía a raudales, saluda al público y éste la recibe con sostenidos aplausos. Ha llegado el momento de vivir una noche inolvidable¡¡. El afecto que prodiga y a su vez cosecha Ofelia Leiva en el desarrollo de su actuación es muy profundo. El repertorio ha sido seleccionado cronológicamente y es exquisito en su entrega. Nada es producto de la improvisación y el profesionalismo de la gran intérprete y el sólido conjunto que la acompaña es una constante que nos deslumbrará durante el transcurso de toda la velada. Cuando Ofelia recuerda a don Salvador Miqueri, un sonoro sapucay es multiplicado por cientos más en toda la sala. “Quiero besar tus manos” (de Carcavalho y Laurival) y “Para amarnos” (de León A. Sánchez) nos transporta a un universo amoroso en el que su voz brilla con singular potencia, transmitiéndonos, a la vez, genuina ternura. Bajo los acordes de guitarra y la plenitud de una singular interpretación, “Porque te amé” (de Tito Miqueri) nos remite a una Ofelia de 18 años. Y los grandes autores de nuestro cancionero desfilan sus galas en la voz de aquella. “Tu Pañuelo” (de S. Miqueri y A Flores), “Pueblero de Allá Ité” (de P. Roch), “Posadeña linda” y “El cosechero” (de R. Ayala), así como el instrumental de “La Calandria” (I. Abitbol) inundan de gozo al espectador hasta conmover las fibras más íntimas de su ser. Una catarata de armonias musicales vomita el esplendor de su arco iris para transformar a nuestro coliseo en fuente de belleza inagotable. Y “Camino del Arenal” (de M.Millán Medina y Tarrragó Ros) produce en Ofelia una metamorfosis especial; sabe que interpretar ese tema será como sentir miles de “…puñales en el pecho”. Su alma da rienda suelta a la emoción cuando, en reiteradas oportunidades, recuerda a su compañero, asegurando que lo siente presente. Y como una vertiente de río que no detiene su cauce, “Jamás te podré olvidar” (de J. Mort) renueva aquel sentimiento. Los duendes que custodian la maravillosa herencia de don Salvador, acompañados esta vez por la actuación de un jovencito virtuoso que desgrana victorioso el sonido de su acordeón (AGUSTIN MONZON) hacen que “Paraná” actualice el aplauso ferviente del público y otra joven, que también acompaña a la artista en varios temas (MILAGROS CALIVA) seduce a la platea con el mágico pentagrama que fluye de su bandoneón. La generosidad de Leiva hizo que pudiéramos disfrutar del talento de aquellos músicos adolescentes que nos regalaron la savia de su arte. Y la creatividad puesta en evidencia a través de la composición musical del Rosendo inmortal, en compañía de Carlos Rodríguez y Teresa Parodi, desembarca en la tierra del chamamé, al ritmo de: “La Fiesta grande”, “Sigue tu Luz” y “Es hora de Cantar”, legado último que no pudo ser ya registrado a nombre de Rosendo. “Che mítaro guare” (de Sosa Cordero) y “Recordando a Concepción” (de Ramírez y Palacios) nos introduce en el mundo de los clásicos de nuestra música y una gira por los variados referentes que nuestro cancionero ofrece hace que “Cielo de Mantilla”, tema estrenado por el DUO ROSENDO Y OFELIA, musicalizado por Mateo Villalba y escrito por Teresa Parodi para que el binomio tenga la oportunidad de difundirlo, genera en el público todo una emoción incontenible. El clima generado desde los inicios del espectáculo es contagioso y la platea, desbordada por el disfrute de un evento maravilloso, no deja a Ofelia abandonar el escenario, cuando de pronto el pegadizo ritmo de “Todo el mundo a cantar” (de Balestra) irrumpe en acción. Finalmente, una de las mejores voces que pertenecen a la historia del firmamento musical de nuestra región, nos regala el himno correntino (Kilómetro 11- de Aguer y Cocomarola) y expresa felicidad en su rostro y cadencia en sus movimientos cuando entona la polca de Bayardo y Ramírez (“Lucerito Alba”). El grupo que acompaña a Ofelia en su recital (en el que se incluye su hijo Ariel) no obstante haber sufrido recientemente un accidente automovilístico, cumple con suma eficiencia el rol que le compete. Así, RAUL GUTTA (batería), ULI GOMEZ (percusión), JUAN JOSE BANUERA (bandoneón), MARTIN SANDOVAL (guitarra base y coro), JORGE BERNARDEZ (1ra. Guitarra) y ARIEL PALACIO (bajo y dirección musical), descollan en sus intervenciones. En la ocasión, Ofelia recibe merecidos reconocimientos y distinciones y el público la ovaciona de pie al finalizar su actuación. Sus hijos suben al escenario, acompañándola con amor. Las sensaciones experimentadas durante el homenaje son únicas e intransferibles. Mientras tanto, cuando los espectadores advertimos que, inexorable y lamentablemente, el espectáculo terminó , los vigorosos agudos sostenidos por el importante registro de la voz de Ofelia, su impecable vocalización, la autenticidad de su propuesta artística, su ponderada actitud escénica y la fluidez de su comunicación con el público, hacen que nuestro espíritu siga alimentándose de la medicina del arte y se ilumine con el brillo que solamente destellan los grandes artistas.

 

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